lunes, noviembre 15, 2010

Tras las huellas del capitán Salgueiro Maia

20 de agosto de 2010. Castelo de Vide

Rodeado por la Sierra de São Mamede y conectado con una carretera flanqueada de alamedas, distante unos 16 kilómetros de la raya hispano-portuguesa, se encuentra este pueblo portugués del Alentejo. Además de su castillo, su judería y sus fuentes, visitarlo tiene un simbólico aliciente: allí nació en 1944 el capitán Fernando José Salgueiro Maia.

Para muchos españoles, este nombre quizá no les dirá nada. Aunque este desconocimiento haya cambiado mucho gracias al periodista Diego Carcedo, con su libro Fusiles y claveles; y la cineasta Maria de Medeiros, con su película Capitanes de abril (en la que Stefano Accorsi interpreta al propio capitán). Sin embargo, para los portugueses, remite a un episodio crucial de su historia reciente: el 25 de abril de 1974. Ese día, la emisión radiofónica de E depois do adeus y Grândola, vila morena (canciones que se utilizaron como señal) dio paso a un golpe militar, protagonizado por el llamado Movimento das Forças Armadas. Su victoria provocó el fin de una dictadura de 48 años e inició el proceso de Transición a la Democracia.

Salgueiro Maia, capitán de la Escola Práctica de Cavalaria de Santarém, fue el encargado de desarrollar las operaciones militares para tomar los edificios gubernamentales en Lisboa. Sus unidades llegaron al Terreiro do Paço (actual Praça do Comércio), donde se encuentran los ministerios. Cerca, tuvieron un encuentro con fuerzas leales a la dictadura, en la que Salgueiro Maia se jugó el tipo para conseguir que se unieran a la causa.

Después de asegurar el control de los ministerios y con centenares de personas que abarrotaban las calles, aclamando a los soldados, se dirigieron al Largo do Carmo. En esa plazoleta del Chiado, se habían refugiado en el cuartel de la Guardia Nacional Republicana el presidente de la República, almirante Américo Thomaz; el presidente del Consejo, Marcelo Caetano; y varios ministros. Tras un tiroteo y arduas negociaciones, Caetano se rindió y Salgueiro Maia le dio escolta hasta el aeropuerto. Ese día pasaría a la historia como la “Revolución de los Claveles”. Bien por iniciativa de las floristas de Lisboa, bien por la de una camarera de un restaurante que los había comprado, se distribuyeron claveles entre los soldados, que optaron por colocarlos en sus solapas, orejas y las bocas de sus fusiles.

Tras el 25 de abril, Salgueiro Maia nunca se alió al poder político y optó por ocupar responsabilidades estrictamente militares. En 1989 se le detectó un cáncer y, pese a que se sometió a una operación, falleció en abril de 1992. Fue sepultado en su pueblo natal, ante la presencia de los cuatro primeros presidentes de la República tras el 25 de abril: Spínola, Costa Gomes, Ramalho Eanes y Mário Soares.

Dieciocho años después de su muerte, en aquel día de agosto me había prometido a mí mismo no marcharme de Portugal sin ver la tumba del capitán. Gracias a un plano del pueblo, quedaba claro que el cementerio se encontraba debajo de unas pistas de atletismo, situadas al lado de la N246-1 (la carretera de acceso a Portugal desde Valencia de Alcántara).

Efectivamente, no tenía pérdida. Entre unas pistas de atletismo y una planta embotelladora, rodeado de jardines y precedido por el edificio de una iglesia, se encontraba a pocos metros la cancela del cementerio. La emoción me embargaba cuando me introduje en la primera calle.




Una primera ojeada me hizo detenerme en los mausoleos y las tumbas más llamativas, a la par que leía los nombres. Poco a poco, iba acelerando el paso mientras empezaba a preocuparme la posibilidad de no encontrarla. Había tomado la primera calle del cementerio, a la izquierda, y no estaba obteniendo el resultado apetecido. Bajé por otra calle (sería la de la derecha, entrando por la puerta principal) y divisé a unos hombres. Estaba tentado de preguntarles cuando, de improviso, una lápida me sacó de mi desazón. Allí estaba, entre una inscripción dedicada a los caídos y varias tumbas de ex veteranos de guerras coloniales y de operaciones militares en el extranjero.



Ante mis ojos tenía el último reposo del héroe de aquel día, al que había contemplado en fotos y reportajes.



Sé que esta sensación no sería compartida con mucha gente, pero fue un momento mágico: experimentar el vínculo entre el pasado y el presente, entre una realidad que no has vivido directamente y tu cotidianeidad. El silencio del lugar, tan sólo roto por el murmullo de alguna conversación lejana y por los sonidos propios de la naturaleza, así como el paisaje invitaban a reflexionar. Como aprendiz de historiador, era consciente de la necesidad de no idealizar ese pasado reciente (el proceso revolucionario y de transición a la democracia en Portugal resultó complejo). Pero no por ello podía dejar de mostrar simpatías hacia esa persona, que consideró aquella madrugada de abril que tenía que hacer lo que tenía que hacer. Que decidió cumplir con un compromiso moral y se embarcó en aquella, a priori, incierta aventura.



Para más información:

- DUARTE, António de Sousa: Salgueiro Maia. Um homem da liberdade, Lisboa: Âncora Editora, 1999.

- SÁNCHEZ CERVELLÓ, Josep: La Revolución de los Claveles en Portugal, Madrid: Arco Libros, 1997.

- TORRE GÓMEZ, Hipólito de la; SÁNCHEZ CERVELLÓ, Josep: Portugal: la revolución de la democracia, Madrid: UNED, 2001 (VHS).

1 comentario:

Anónimo dijo...

más informaciónb en .www.a25abril.org