Querido Miguel,
Sé que te sorprenderán estas líneas, pero hace tiempo que deseaba desahogarme y reconciliarme con mis fantasmas del pasado. Sí, es extraño que escriba esta carta en mi blog, pero es que quiero hacer pública expiación de mis culpas. Ignoro si es por el peso de éstas, porque ya presiento el final de mi estancia en el Colegio o por la suma de las dos razones. De lo que sí estoy seguro es de que la conversación que tuve hace dos semanas con Calcu, después de la sesión del Cine alternativo, me ha inspirado a la hora de escribir lo que sigue.
Comenzamos nuestra andadura como compañeros de promoción en el Mayor en aquel ya lejano mes de septiembre de 2002. Tú tenías 16 años, mientras que a mí todavia me quedaban dos meses para cumplir los 18. Tú ya, en cierto modo, habías tenido vinculación con el Colegio por la estancia en el mismo de tu hermano mayor. Yo, en cambio, sólo había oído hablar de los jesuitas, pero ni conocía el centro ni tenía familiar alguno que hubiese estado en él. Tú procedías de un pueblo del que hasta entonces no tenía conocimiento de su existencia: Carratraca. Yo, de una ciudad que había sido mi burbuja hasta la fecha y a la que, prácticamente, se reducía mi mundo cotidiano: Jaén.
Durante nuestro primer año, lo reconozco, te juzgué mal. Bien fuera porque no congeniaba con tu carácter, con ciertas costumbres, porque los dos somos muy diferentes, te veía como el típico novato que iba a consentir que le hicieran de todo para luego emular a su hermano. Sí, hijo mío, por desgracia (o por suerte) lo mío no son las predicciones ni sacar un perfil psicológico acertado de las personas a través de la primera impresión que te dejan. Me paso contigo y me ha pasado con otros amigos y conocidos. Un defecto que en lo sucesivo tendré que corregir.
En cambio, durante nuestro segundo año, aprendí a conocerte un poco mejor. Ya no me parecías ese supuesto muchacho que vivía bajo las sombra de la herencia dejada por su hermano. Incluso, podía discutir contigo de política. Aún así, todavía quedaba mucho para que terminara de hacerme una idea de ti.
Pero he de reconocer que un gesto que me sorprendió de ti y que me reveló la lealtad que profesas a tus amigos fue cuando intercediste por Juan el Pika y algunos de sus compañeros de promoción en la cabalgata de novatos, al discutir con unos veteranos. Daba igual que te hubieses presentado a las elecciones al Consejo Colegial de ese curso (nuestro tercer año) en una candidatura poco seria y que siguieses manteniendo esa aureola de niño travieso, por decirlo de algún modo. Fue un gesto difícil de olvidar.
Nuestro cuarto año parecía que, en la medida de nuestras diferencias, se estaba desarrollando con un buen trato mutuo. Sin embargo, nuestras divergencias en el blog chungo (pese a la filosofía escasamente seria de dicho espacio), que iban a mayores debido al posicionamiento que ambos manteníamos -tú en CF, yo en la CCCP-, terminaron por enturbiar, de alguna forma, dicha relación. Aquí he de hacer autocrítica y me veo en la obligación de pedirte disculpas por la forma en que reaccioné tras lo que vosotros llamásteis "Operación Café". Aunque enumere una serie de argumentos que explicarían mi comportamiento entonces, ello no quiere decir que tuviese razón.
Empezaría diciéndote que, desde pequeño, me tomo en serio la mayoría de las cosas y que me cuesta trabajo aceptar ciertas bromas, sobre todo si son pesadas, se me "restriegan" de forma continuada (sí, es un problema que vengo arrastrando de la escuela) o afectan a pilares de mi escala de valores (la lealtad, la coherencia, etc). Luego, seguramente, pasaría a comentarte que entre mis numerosos defectos se cuenta el ser un poco crédulo, inocente e iluso.
A continuación, alegaría que aquel curso 2005/2006 no se prometía fácil, tanto en lo académico como en lo personal. Tenía asignaturas que sabía de antemano que o no iban a ser de mi devoción o me iba a costar trabajo sacarlas. Tenía que hacer frente a un calendario de exámenes que, a diferencia de otros compañeros, se iba a prolongar hasta el 10 de marzo. Tenía por delante ciertos compromisos con mis compañeros de carrera a la hora de organizar el viaje de fin de estudios. Tenía el firme propósito de presentarme por primera vez como candidato a las elecciones al Consejo Colegial, deseoso de hacer política activa en el Mayor y volcarme más con el mismo. Tenía en marcha una investigación de una beca que me habían concedido y había solicitado otra, pensando que me la iban a dar. Se habían producido varias rupturas de parejas de amigos míos. Pero, obviamente, ignoraba de qué forma se iban a desarrollar los acontecimientos que se sucedieron en todos esos meses y cuan razón tienen aquellos que afirman que se aprende de los malos momentos.
Después, te comentaría lo enojado que estuve durante aquellos días de febrero por lo que pasó, por la forma en la que obrásteis, que no os dirigía apenas la palabra como queriendo evitar el tema y mi mirada delataba mi enfado. Sí, tiempo después comprendí que sólo convenía tomárselo a broma y las bellísimas personas que sois en realidad (en el mejor de los sentidos, por supuesto). No ha sido sino ahora cuando me he sentido identificado con las preocupaciones que tenía Juanfer a finales de 2004 y principios de 2005 y que expresó en su blog.
Pero entonces pretender aquello con mis circunstancias particulares era pedir algo casi inasequible. A eso se unía una sensación que rondaba por mi cabeza en aquellos meses y que influía en mi ánimo: la de creerme un inadaptado al ambiente predominante del Mayor, que éste parecía no ofrecerme posibilidades para realizarme por culpa de no comulgar con ciertas ideas. Sabía perfectamente cuando me presenté por primera vez a las elecciones que no iba a resultar elegido (si Luis no lo había conseguido, ¿por qué yo iba a ser menos?), pero quería intentarlo. Pero cuando una persona, por las circunstancias que sea, se ve trabada en su búsqueda de caminos de caminos para su crecimiento personal, aunque sea a nivel político, se frustra, se “quema” porque no entiende qué ha hecho mal, no comprende la arbitrariedad si cree en la "justicia" y en la legalidad vigente; piensa que el sistema no es capaz de integrar a todo el mundo y pierde la ilusión, la esperanza y la confianza.
Finalmente, recordaría otra ocasión en la que indirectamente volvimos a dejar patentes nuestras diferencias. Fue una tarde, cuando me acerqué a la mesa en donde Luis, tú y otros estábais disputando una partida de dominó y os pregunté si queríais sumaros a la sentada a favor de una vivienda digna y me diste por respuesta un comentario que me molestó entonces (aunque también fuese una broma, determinada por tu carácter guasón o por tus creencias políticas).
En resumidas cuentas, estos cinco años se han caracterizado por estar plagados de anécdotas, de buenos momentos y de altibajos. Con toda seguridad, nos separaremos y cada uno seguirá su camino. Mantendremos nuestras divergencias ideológicas, de carácter, nuestros proyectos de vida, nuestras experiencias, nuestros puntos de vista, etc. Pero confío en que sepas comprender a este viejo compañero (viejo en años, que no por ello más sabio en la universidad que es la vida), que se siente en la necesidad de sincerarse y decirte que se ha equivocado una vez más, olvidar posibles desavenencias y seguir compartiendo experiencias en los meses que nos restan para acabar este curso (y no sólo a través del blog chungo, visto los resultados del año pasado).
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