sábado, noviembre 27, 2004

Homenaje a don José Rodríguez Molina en Alcalá la Real

El pasado fin de semana, concretamente el viernes 19 y el sábado 20, se celebraron en Alcalá la Real las V Jornadas de Abadía, que en la edición de este año se dedicaban a homenajear a don José Rodríguez Molina, profesor de Historia Medieval en mi facultad. El lugar en donde se dieron las jornadas era privilegiado: el Palacio Abacial de esta localidad jiennense.
No sabría decir qué me gustó más, si comprobar la gran organización de las mismas por parte de los responsables del área municipal de Cultura (auténticos todoterrenos, que se mueven por hacer más accesible al ciudadano la misma, de formarlo en ciertos valores), que contaban con el mismo presupuesto que cuando empezaron este tipo de actividades hace 12 años; si la calidad científica de las comunicaciones que allí se presentaron (en total, 70 aproximadamente), referidas a temas eclesiásticos o fronterizos; si el prestigio académico o investigador de algunos de los participantes, si mi alegría por el profesor Rodríguez, del que me constaba que en verdad se tenía merecido un reconocimiento a su callada y paciente labor como historiador; el propio entorno de Alcalá o sentir la sensación de conocer un poco mejor a mi padre, quien tuvo la amabilidad de venir conmigo a estas jornadas, en esas conversaciones típicas que sostenemos cuando vamos los dos en el coche.
El profesor, en el momento de la inauguración de las jornadas, expresó con gran humildad unas frases que me gustaron, y que se me quedaron grabadas en la cabeza. Venía a decir como que el trabajo del historiador o del investigador es culto y, en cierto modo, tiene poca trascendencia inmediata (es un trabajo silencioso). Pero que en su caso, pese a todos los sacrificios diarios que había y debía realizar y su rigurosidad y cuidado en todo lo que argumentaba en sus libros, sin pretender ofender a nadie, reconocía que había valido la pena tal esfuerzo, que su contribución venía a representar un granito de arena en la culturización del pueblo y que precisamente la cultura nos hace libres.

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