Hace una hora he vuelto de la Plaza del Carmen, donde se encuentra el Ayuntamiento de Granada. Había oído noticias por parte de uno de mis compañeros de piso, por los medios de comunicación y había leído algunas referencias en Facebook. No estaba seguro de ir a la concentración de esta noche. Reconozco que me echaba un poco para atrás la perspectiva de verme con poca gente y conminado por los efectivos de la Policía Nacional o municipal a disolverme. No sería del todo sincero si no confesara, además, que tenía algo de miedo en el cuerpo. Miedo a lo desconocido, miedo a encontrarme con incidentes, miedo a verme defraudado.
Cual ha sido mi sorpresa, tras animarme y acudir a la Plaza en unión del susodicho compañero de piso, que lo que me esperaba una reunión simbólica se presentaba, ante nuestros ojos, como una concentración nutrida de gente. Con toda seguridad, muy pocos respecto al total de habitantes de la ciudad o incluso de la comunidad universitaria. Había principalmente jóvenes, pero también personas de edad madura. No eran tan antisistema como los pintaban ciertos medios de comunicación, tipo Intereconomía. Esta cadena afirma que la movilización se está produciendo por parte de la izquierda para arrebatarle al PP la mayoría que le auguran las encuestas. Yo les diría que no han entendido nada de nada. O mejor dicho, como afirma mi compañero de piso, no quieren entenderlo porque les va el sueldo / interés en ello.
El movimiento está insistiendo, por activa y por pasiva, que es apartidista y asindical. Si la queja principal es que está escorado a la izquierda, que participen los ciudadanos descontentos de tendencia liberal y democratacristiana (que los hay en el PP) y engrosen sus filas. Porque la merma en la calidad de los servicios públicos los estamos pagando ciudadanos de muchas tendencias políticas (no olviden que hay votantes conservadores de clase media o media-baja, además de votantes izquierdistas de ese perfil). También, los recortes en educación y en investigación los están padeciendo una generación de jóvenes estudiantes y profesionales, respectivamente, de los que doy fe (porque algo conozco de este mundillo) que se identifican con una heterogénea gama de ideologías.
Porque, ¿cómo se come que una parte de la sociedad reproche a los jóvenes y a la gente que se ha quedado sin empleo que no están haciendo lo suficiente para mejorar su situación? ¿Acaso damos por supuesto que la gente no quiere trabajar, sino vivir de subvenciones permanentemente y no sostener con sus impuestos las pensiones y las estructuras del Estado donde habitamos? ¿Estamos presuponiendo que esa gente son antisistema por convicción? ¿Quizá no hemos pensado en que las circunstancias los están forzando a serlo? Desde luego, lo que no es de recibo es mantener una sociedad a base de contratos precarios (quinientoeuristas o mileuristas) o lo que es peor, con becas y prácticas que encubren puestos de trabajo, que no permitan a las personas alcanzar la suficiente cotización para la jubilación.
Por si esto fuera poco, permítanme poner el dedo en la llaga. ¿Cuántos de ustedes han sentido la frustración de que sólo cuentan para los partidos (o vamos a ser más puñeteros, para ciertos partidos) tan sólo cada cuatro años, cuando depositan su voto en una urna? ¿Qué votante, sea de derechas o de izquierdas, no ha sentido la indignación por dentro de ver cómo incluso la formación política a la que confía su voto no limpia de corruptos sus listas electorales? ¿Es que acaso las personas somos de piedra? No se trata de pedirles que cambien al otro extremo, sino que les exijan a los representantes con los que más se identifican que se ponga fin a esta barbaridad. No puede ser que por un delito menor la ley recaiga con toda su fuerza sobre el acusado y que por delitos de corrupción y de "guante blanco", los políticos concretos imputados presuman de impunidad. Eso es ahondar en la crisis de valores morales, eso es una aberración.
Todas estas reflexiones se me han ido ocurriendo camino de casa y quería ordenarlas en la pantalla. Hace unas horas, he visto gente ejerciendo su derecho a manifestar el descontento en una plaza pública, que procuraba mantener el orden, autoorganizarse, actuar de manera pacífica y evitar ruidos molestos a los vecinos, pidiendo que en vez de aplaudir, se hicieran gestos de aprobación con las manos. Si a esto le añadimos la presencia de gente honesta y trabajadora, entiendo que esto va más allá. No se trata de una pandilla de radicales. Esto es algo gordo. Puede que los principales medios de comunicación lo estén silenciando porque no les interesa ir contra su línea editorial (o quien les paga, vamos).
De ahí que, en lo que esté en mi mano, colaboraré (aunque sea a pequeña escala) para que este movimiento no sea algo pasajero y pueda salir algo beneficioso para todos.
jueves, mayo 19, 2011
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