jueves, junio 15, 2006

Morriña

Eso es lo que estoy sintiendo desde hace unos días. Porque rememoro mi segundo curso, que hasta la fecha lo he tenido en mi imaginario como uno de los mejores de mi carrera. No sé si fue porque hice nuevas amistades (Luis, Juanfer, Luis Afán, Manolo Altamirano, Adrián Gil, José Manuel González), porque resultó un curso provechoso académicamente hablando, porque viví un cambio político histórico a nivel nacional después de unas jornadas aciagas y tristes, en las que percibí la gran movilización popular, fuera hacia un partido u otro; porque tuve el honor de cerrar el curso del Colegio al hacer mi último examen el 9 de julio, porque después de ello pude convencer a mis padres para que me dejasen hacer el camino de Santiago y volver a mi ya querida y añorada Galicia (a la que se traslada mi pensamiento cuando pongo un disco de Luar Na Lubre, Xosé Manuel Budiño, Berrogüetto, Milladoiro, Cristina Pato, Spiritu 986), gracias a personas como Carlos y Meli. Claro, que quizá tenga razón un amigo mío y deba entenderlo como una etapa de mi vida que fue única e irrepetible y ya no volverá (es como dice el arquéologo medievalista Matthew Johnson: "el pasado no existe, nos quedan sus restos"), que no es bueno mirar tanto para atrás, pero coincido con el diagnóstico de una amiga mía: esa experiencia me marcó.

Cuando lo comparo con éste, en la que si bien encuentro que he madurado desde el punto de vista de mi profesión (ya no creo en la "objetividad", he comprendido la influencia de lo social, lo político y lo económico en la construcción y descubrimientos de las ciencias), que he emprendido proyectos de cierto calado (mi primera incursión en la investigación histórica; una de las muchas contribuciones a la organización y realización de un curso de libre configuración para sacar pelas para el viaje de fin de estudios; tener una experiencia política, aunque frustrada, en mi colegio), que he salido más con mis queridos amigos y compañeros de la carrera y que he acudido más al cine-club, sin embargo, no dejo de sentirme un poco "descorazonado" o "sobrepasado". Sí, sobrepasado por el nivel de exigencia de las asignaturas de este año, por el inexorable peso de la responsabilidad, por mi tristeza cuando vi romper a varias parejas de amigos (menos mal que siempre queda la esperanza, pues también han surgido o resurgido otras), por el recuerdo que me quedará de amistades que terminan sus estudios y seguirán caminos diferentes al mío, por mi tremenda cobardía y carácter introvertido que me lastra para expresar ciertos sentimientos, por cómo me han tocado las narices (con perdón) ciertas prácticas y actitudes de algunos compañeros del colegio, que ponen en entredicho su teórico espíritu, la incomprensión mutua, la falta de coherencia...

Lamento todo lo que de desaprovechado he dejado en mi trayectoria del presente curso, de no haber convivido lo suficiente con muchas personas entrañables, de no haber estado al tanto de sus problemas e inquietudes, de no haber rendido lo suficiente o al menos no con el potencial que debería, de haberme mantenido distante y aislado en ocasiones, de no haber quedado con mis amigos de los dos colegios que están en pisos con más asiduidad. Os tengo que agradecer vuestro apoyo a todos aquellos que habéis contribuido a hacerme más llevadero este año y que no os quepa duda de mi aprecio y cariño.

Sí, estos son mis pecados en este curso que termina. Y los pongo por escrito porque necesitaba desahogarme de una vez, poner en orden mis ideas y hacer un balance de este año. Gracias a quien tenga la paciencia por leerme.

3 comentarios:

ZilC dijo...

Todo en la vida son decisiones, que poco a poco van definiendo nuestro camino. A veces nos acercamos más a unos, que implica alejarse de otros, pero mientras se disfrute a los que se tiene cerca para mí es perfecto (si la relación es sana).

A mí me pasó algo similar el otro día, pensando en que me voy y que a mucha gente no la volveré a ver.

Ánimo y miremos hacia delante.

;)

Pereira dijo...

Gracias por compartir tus reflexiones conmigo. Supongo que no quedará sino mirar hacia delante, como dices.

Cátaro dijo...

Comprendo muy bien todo lo que describes. Supongo que nos encontramos en una etapa de transición hacia algo desconocido pero que parece que promete. Es hora de elegir algún camino que, aunque sin retorno, seguro que nos lleva a ese lugar donde SABEMOS que tenemos que estar (por mucho que intenten negarnoslo). Un fuerte abrazo de aquel que se siente incompleto por tu ausencia y la de "otros cuantos pedacitos más" que andan por allí... jeje

P.D. "Prefiero un camino con piedras que aunque tropiece, con ellas puedo construir"