Cada vez que echo la vista atrás y me remonto a ese fatídico jueves día 11 de marzo, rememoro las circunstancias que me permitieron conocer la noticia del atentado a los pocos minutos de producirse. Esa misma madrugada, me había levantado temprano por imperativo laboral (quería pasar a limpio unos comentarios de textos para enseñárselos esa misma mañana a un profesor de mi facultad, que me había convocado a su tutoría) y, como es habitual en mí, encendí la radio, cambiando de emisora cada media hora. Así, tras escuchar a Luis del Olmo en Onda Cero, Iñaki Gabilondo en la Cadena SER, etc; estaba sintiendo los espacios electorales radiofónicos gratuitos de RNE, cuando los interrumpieron para anunciar que se habían producido una serie de explosiones en Madrid. Extrañado, a las 8 de la mañana, sintonicé la Cadena SER y la estuve escuchando durante 10 minutos, con el corazón en un puño, según lo que iban comentando los testigos presenciales y los reporteros allí destacados. Total, que como podía ser habitual en el curso pasado en mí, llegué 10 minutos tarde a clase y, cuando tomé asiento en las bancas, me preguntaron mis compañeros que si estaba al tanto de la noticia, a lo que asentí. Gracias a un mini walkman de uno de ellos, pudimos enterarnos de las últimas novedades sobre el atentado. En la clase siguiente, recuerdo a nuestra profesora de Historia Moderna de España con cara de circunstancias, animándonos a acudir a las manifestaciones y a responder a los terroristas acudiendo masivamente a nuestros respectivos colegios electorales a votar la opción que juzgaramos más conveniente, pero a votar. No dejaba de llamarme la atención la abultada cifra de muertos, máxime cuando E.T.A. necesita de poco para hacerse notar y teniendo en cuenta que su mayor acción asesina, el atentado de Hipercor en Barcelona en 1987, causó una veintena de fallecidos. También recuerdo en las siguientes jornadas la rabia y el dolor contenidos en la manifestación que, con mucha dificultad, partió del Paseo del Salón en Granada, hasta Gran Vía; la programación especial de las distintas emisoras de radio a nivel nacional, la "atípica" jornada de reflexión, el cambio de programación en TVE en la noche del sábado (se emitió "Asesinato en febrero", en vez de lo que estaba previsto) y las colas masivas en mi colegio electoral en Jaén a la hora de depositar el voto (cuestión que, por cierto, dejaría mucho que desear en la siguiente convocatoria, la de las elecciones europeas de junio de ese mismo año).
Como comprenderéis, un servidor es subjetivo en cuanto sujeto de pasiones. Entristece, en efecto, que tenga que ser un hecho tan aciago el que movilice a la gente a la hora de ejercer su derecho al sufragio. Pero, de todos esos días, querría destacar el ejemplo que nos dieron los servicios sanitarios y asistenciales a la hora de atender a víctimas y afectados. Comprendo la frustación y el enfado de ciertos sectores del Partido Popular por la forma en la que pasaron a la oposición. A ningún dirigente político le gusta ver como su sucesor es batido en unas elecciones y que, para más inri, le tachen de "asesino" (y, según un buen profesor que tenemos en la carrera de Historia en la Universidad de Granada, debemos ser complejos y no dejarnos llevar por simplismos, puesto que la política española casi siempre ha recurrido a esa visceralidad, al maniqueísmo de buenos y malos, de sinceros y mentirosos, de objetivos y manipuladores, ...). Hay que reconocer los logros del anterior gobierno, pero ello no es óbice para negar que se cometieron errores, al igual que en los ejecutivos que se sucedieron antes del mismo (empezando por Adolfo Suárez, siguiendo por Leopoldo Calvo Sotelo y continuando con Felipe González). La alternancia puede ofrecer una oportunidad para rectificar, hacer autocrítica. Una lección que me llevé de todo esto es que las mayorías absolutas en política conllevan riesgos (pero tanto de un signo como de otro, léase del PSOE, léase del PP, etc) y que de poco sirve una comisión de investigación si está integrada por políticos en activo, pertenecientes a distintas formaciones parlamentarias, pues uno ya intuye que pueden hacer acto de presencia los reproches, las acusaciones mutuas, los intereses particulares y el objetivo inicial de aclarar la verdad queda en parte obviado.
Pero no pretendo hablar del nuevo periodo político que se abrió con las elecciones del 14-M, hace ya un año. Eso me lo reservo para comentarlo en posibles discusiones constructivas con mis amistades o compañeros. Sólo quería expresar, sin llegar a ofender a nadie, unas reflexiones y realizar mi humilde y particular homenaje, desde este blog, a las víctimas.
lunes, marzo 14, 2005
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